Los retos de las aseguradoras con el coche autónomo

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El accidente de Mayo de 2016 entre un sistema de conducción autónoma Tesla y un camión no sólo fue uno de los protagonistas mediáticos en el sector del motor del año, sino que además supuso un antes y un después para la reacción de las aseguradoras en reacción a los coches de este tipo de conducción.

Lo que parecía ciencia ficción está ahora más próximo a llegar que nunca, lo que está motivando a las empresas del sector de los seguros plantearse qué retos hay que superar para que, previsiblemente en 2020, se consiga cubrir cualquier posible accidente con un coche autónomo.

El grado de autonomía, de vital importancia

Uno de los aspectos más llamativos en este dilema es que la autonomía total no parece estar próxima a llegar. La conducción autónoma recae en cinco niveles, de los que sólo los cuatro primeros pueden abarcarse con la tecnología actual, todavía no existe la tecnología que permita a un vehículo conducirse solo.

Las ciudades con un parqué móvil de coches autónomos exclusivamente se prevén para el año 2050. Pero en tan sólo unos años los primeros coches autónomos de nivel 4 podrían estar ya entre nosotros. En la actualidad acabamos de entrar al nivel 3.

Por tanto, una aseguradora variará el coste y la cobertura del seguro del automóvil en función del nivel de autonomía presente, igual que ya lo hace con el nivel de contaminación y de tecnología existente en su fabricación.

La responsabilidad, clave en cualquier siniestro

Otro de los aspectos a estudiar será cómo identificar la responsabilidad del conductor. Es aquí donde el accidente de Testla ha iniciado el debate. Las instrucciones actuales de los coches autónomos indican que es preciso mantener las manos en el volante, pero la publicidad parece indicar todo lo contrario.

Por tanto, ¿hasta dónde llega la responsabilidad del conductor en un accidente con un coche pensado para que el conductor no tenga que preocuparse por dicha responsabilidad? Probablemente la ley planteada tendrá que actualizarse conforme los sucesos nos indiquen qué camino seguir.

A todo ello se une de forma complementaria la reducción teórica de siniestros con la conducción autónoma. Esto se ha identificado como una variable positiva, con la que es posible adecuar el seguro a la conducción de cada vehículo y su conductor, siempre con una reducción paulatina de los gravámenes por accidentes.

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