Las aseguradoras se han tenido que plantear en nuestro presente cómo afrontar la llegada masiva de la tecnología a los automóviles corrientes. En la actualidad, comprar un nuevo coche, supone en buena parte de su fabricación contar con tecnología punta. Y todavía no se habla de lo que supondría el coche autónomo.
Se incrementan los costes de reparación
La tecnología informática ofrece notables ventajas en la conducción, pero tiene un grave inconveniente, que es el coste de reparación. Ni siquiera es necesario un accidente para demostrarlo.
Una simple avería, cortocircuito o malfuncionamiento de un aparato informático puede servir para inutilizar por completo la conducción del automóvil. En consecuencia se debe llevar a reparar y el coste suele ser mayor que cambiar un parachoques, una luna o incluso sustituir una radio tradicional por los sistemas multimedia actuales.
Los costes incluyen la mano de obra, dado que además de la colocación física de los dispositivos y su conexión con todo el sistema eléctrico, también se suma la correcta configuración de sus funciones.
A ello se le debe añadir el coste de material, que al tratarse de componentes electrónicos e informáticos suele incrementar su valor con respecto a otro tipo de piezas de mecánica más fáciles de encontrar.
Y, por último, está el factor de tiempo, pues dichos dispositivos no se suelen tener en cualquier taller o almacén, sino que suelen ser enviados por pedido, de manera que la resolución de la avería o siniestro conllevará muchas más horas de espera que hace unos años.
También se incrementan los seguros
Las aseguradoras se ven así ante un problema económico. Los ratios de los anteriores seguros no pueden cubrir los altos importes de estas reparaciones y el único método para mantener la rentabilidad es aumentando el coste del seguro.
Obviamente, esto no es un atractivo promocional, pero es inevitable. De esta forma, según los datos obtenidos los últimos meses por aseguradoras estadounidenses, los seguros de automóviles se han incrementado en una media de entre el 3% y el 7%, dependiendo principalmente del tipo de tecnología presente en cada vehículo.
